Este relato participa en «12 meses, 12 relatos» en la modalidad máster. Un reto organizado por «De aquí y de allá» by TanitBenNajash.
Consigna: Un self-insert (escribirte de protagonista. ^^).
Palabras: 300.
—Sí, mi amor.
—Hoy sí vine preparada —le cuentas mientras agarras tu bolsito tejido y sacas el pote del café—, a mí no me vuelve a pasar como ayer. Traje café y arepas pa nosotras, pa mi mamá unas galletas con queso y juguito de lechoza.
Tu prima se ríe, porque en toda la familia es conocido que siempre vives con hambre. No importa qué.
La doctora llega a las once y cuarto. Ustedes entran de terceras.
La revisión de los exámenes se hace corta. Te gusta la doctora Osmary porque te habla como si conocieras la condición de tú mamá perfectamente (cosa que es cierta) y responde tus dudas sin ese tonito de superioridad de los médicos en general.
Las indicaciones son parecidas a las de siempre, pero ligeramente diferentes: la única opción viable para tu mamá es la cirugía (ya sea de corazón abierto o por toracoscopia; eso no es nuevo), debe ir con el internista por la glicemia alta y para bajar de peso (esto sí es nuevo) y debes estar pendiente de cómo reacciona al Carvedilol.
Apenas llegan a la casa debes grabar audios para repetirle todo a tus hermanos, a los que están en Chile y los que están en Guasdualito.
En la tarde las visitan Marta y María. Explicas quizás por décima vez la evolución del quister de tu mamá desde hace diecisiete años hasta lo peligroso que es ahora que ocupa la tercera parte del pulmón. Y retienes las lágrimas a pura fuerza de voluntad cuando tú mamá les dice con la voz rota: «A Verónica le ha tocado fuerte. La doctora prácticamente le dijo que si no me operaba me moría, que en cualquier momento me puedo morir».
No quieres llorar. No todavía. No puedes.
Después.
Después.
—¿Quieres café? —le preguntas a Melania.
—Sí, mi amor.
—Hoy sí vine preparada —le cuentas mientras agarras tu bolsito tejido y sacas el pote del café—, a mí no me vuelve a pasar como ayer. Traje café y arepas pa nosotras, pa mi mamá unas galletas con queso y juguito de lechoza.
Tu prima se ríe, porque en toda la familia es conocido que siempre vives con hambre. No importa qué.
La doctora llega a las once y cuarto. Ustedes entran de terceras.
La revisión de los exámenes se hace corta. Te gusta la doctora Osmary porque te habla como si conocieras la condición de tú mamá perfectamente (cosa que es cierta) y responde tus dudas sin ese tonito de superioridad de los médicos en general.
Las indicaciones son parecidas a las de siempre, pero ligeramente diferentes: la única opción viable para tu mamá es la cirugía (ya sea de corazón abierto o por toracoscopia; eso no es nuevo), debe ir con el internista por la glicemia alta y para bajar de peso (esto sí es nuevo) y debes estar pendiente de cómo reacciona al Carvedilol.
Apenas llegan a la casa debes grabar audios para repetirle todo a tus hermanos, a los que están en Chile y los que están en Guasdualito.
En la tarde las visitan Marta y María. Explicas quizás por décima vez la evolución del quister de tu mamá desde hace diecisiete años hasta lo peligroso que es ahora que ocupa la tercera parte del pulmón. Y retienes las lágrimas a pura fuerza de voluntad cuando tú mamá les dice con la voz rota: «A Verónica le ha tocado fuerte. La doctora prácticamente le dijo que si no me operaba me moría, que en cualquier momento me puedo morir».
No quieres llorar. No todavía. No puedes.
Después.
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